Hoy se cumplen 159 años de la muerte del
general Ezequiel Zamora, ocurrida el 10 de enero de 1860, víctima de un
disparo traicionero desde el campanario de la iglesia, cuando se
encontraba en la plaza San Carlos (estado Cojedes), asediando a los
restos derrotados del ejército de la oligarquía conservadora.
Jefe indiscutible del Ejército Federal,
Zamora hizo de la guerra entre los conservadores y liberales en un
amplio movimiento popular liberador, que levantaba las banderas de la
liquidación de la oligarquía y la entrega de la tierra a los campesinos.
Los historiadores le han atribuido cualidades propias del héroe
popular: valentía, constancia indomable y, como él mismo decía, horror a
la oligarquía.
Ezequiel Zamora había nacido en la
población de Cúa, estado Miranda, el 1º de febrero de 1817. Aunque no
pudo desarrollarse del todo académicamente, pues desde joven debió
trabajar para ayudar al sostenimiento de su familia, el haber aprendido a
leer y escribir le valió mucho, porque le permitió tener contacto con
las ideas políticas y entender la doctrina del Partido Liberal, leer
acerca de la Historia Universal e informarse sobre la constante lucha de
los pueblos por alcanzar la libertad.
Dedicado originalmente al comercio de
víveres, su relación con el pueblo le hizo comprender el descontento
social ante la crisis económica que asolaba al país desde la guerra de
la independencia y, acogiendo las propuestas de Antonio Leocadio Guzmán,
se une a él, convirtiéndose en el Jefe regional de los Liberales.
El 7 de septiembre de 1846, Zamora se
alza en Guambra, proclamando las consignas “Tierra y hombres libres” y
“Respeto al Campesino y Desaparición de los Godos”, lo que le haría
ganar la devoción popular y el nombre de «General del Pueblo Soberano».
Bajo la dirección de Ezequiel Zamora, la
campaña del Ejército Federal condujo a sucesivas derrotas de los godos
en 1859. El 10 de diciembre de ese mismo año, en la batalla de Santa
Inés (estado Barinas), quedaron diezmados los conservadores, y se abrió
el camino hacia Caracas y la victoria definitiva. Después de Santa Inés,
Zamora se dirigió hacia el centro del país a través de Barinas y
Portuguesa, pero antes de aproximarse a Caracas resolvió desalojar a los
restos conservadores de la ciudad de San Carlos.
Durante las acciones para la toma de la
plaza, mientras dirigía una operación de aproximación a las trincheras
enemigas, recibió un balazo en la cabeza disparado por un francotirador
colocado en el campanario de la iglesia. El asesinato de Zamora fue
producto de una conjura fraguada por la oligarquía conservadora, que se
valió de una traición dentro de las filas liberales.
Su inesperado deceso cambió el rumbo
favorable que llevaba la guerra para los federalistas y produjo la
pérdida de quien para muchos fue el más importante líder popular del
siglo XIX venezolano. Sus restos fueron trasladados a Caracas y
colocados en la iglesia de la Santísima Trinidad, actual Panteón
Nacional, el 13 de septiembre de 1872.
“No habrá pobres ni ricos, no habrá
esclavos ni amos, no habrá poderosos ni desdeñados; a partir de ahora,
todos seremos hermanos y nos trataremos de igual a igual, como
hermanos”, fue la proclama más emblemática que, poco antes de ser
asesinado, dejó por escrito el general Zamora.
El presidente de la República, Hugo
Chávez Frías, lo dijo una vez: “Podemos y debemos decir a plenitud que
Ezequiel Zamora fue uno de los pensadores y actores socialistas de mayor
raigambre popular y que hoy sirve de nutriente y de sustento al
proyecto socialista bolivariano, zamorano, inspirado en este gran líder,
este gran campesino, este gran luchador por la libertad”.
FACILITADORA. MILEIDI FUENTES
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