CARABOBO no es sólo una batalla sino, ante todo una campaña expresión de unidad,
estrategia, organización. Para el 28 de abril de 1821 el ejército
patriota estaba bien organizado. Este día salieron todas las divisiones
desde sus respectivos puntos de partida, menos la división de Páez,
quien salió de Achaguas el 10 de mayo. Todos debían concentrarse en San
Carlos.
Urdaneta
sale de Maracaibo vía Coro y Carora, donde debe quedarse por
enfermedad; Bolívar inicia la marcha en Barinas con dirección a Guanare y
San Carlos; Páez salió de Achaguas, y tras una Penosísima marcha al
mando de 2.500 hombres y conduciendo 2.000 caballos de reserva y 4.000
novillos para el abastecimiento del ejército, llegó a San Carlos el 4 de
junio.
A
Cruz Carrillo le correspondió una misión muy importante, la diversión
en Occidente, de manera que siguió la ruta Trujillo-Carache-El
Tocuyo-Quíbor-Barquisimeto. Su tarea era sólo la de impedir que las
tropas realistas concurrieran a auxiliar a los suyos. Igual misión tuvo
Bermúdez, quien salió de Barcelona también con el propósito de distraer a
los realistas de Caracas. Presentó batalla en El Calvario, y aunque fue
derrotado, sirvió para lo que se quería, es decir, evitar la reunión de
la gran masa del ejército realista en Carabobo.
El
domingo 24 de junio de1821 se enfrentaron, a las 12 del mediodía, 4.079
realistas contra 6.500 patriotas. Apenas la mitad, aproximadamente, de
los efectivos pudo participar en la batalla, que culminó en cuestión de
una hora. La división de Páez fue prácticamente la única que intervino,
con sus llaneros y la Legión Británica. Plaza y Cedeño murieron por
impetuosidad, cuando ya la batalla estaba decidida.
Bolívar
dirigió el ejército patriota y Miguel de La Torre el realista. Fue tan
contundente la hazaña de Páez, que el Libertador lo ascendió a General
en Jefe en el mismo campo de batalla.
La
batalla de Carabobo aseguró la independencia de Venezuela, si bien hubo
que esperar hasta el 24 de julio de 1823 para rubricarla
definitivamente con la batalla naval del Lago de Maracaibo. El último
reducto de los realistas, el castillo de Puerto Cabello, cayó bajo las
armas de José Antonio Páez.
PARTE DE LA BATALLA DE CARABOBO
Al Excelentísimo señor Vicepresidente de Colombia.
Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia.
Reunidas
las divisiones del Ejército Libertador en los campos de Tinaquillo el
23, marchamos ayer por la mañana sobre el Cuartel General enemigo
situado en Carabobo, en el orden siguiente: La primera división,
compuesta del bravo batallón Británico, del Bravo de Apure y 1.500
caballos a las órdenes del señor general Páez. La segunda, compuesta de
la segunda brigada de La Guardia con los batallones Tiradores, Boyacá y
Vargas, y el Escuadrón Sagrado que manda el impertérrito coronel
Aramendi a las órdenes del señor general Cedeño. La tercera, compuesta
de la primera brigada de La Guardia con los batallones Rifles,
Granaderos, Vencedor de Boyacá, Anzoátegui y el regimiento de caballería
del intrépido coronel Rondón, a las órdenes del señor coronel Plaza.
Nuestra
marcha por los montes y desfiladeros que nos separaban del campo
enemigo fue rápida y ordenada. A las 11 de la mañana desfilamos por
nuestra izquierda al frente del ejército enemigo bajo sus fuegos;
atravesamos un riachuelo, que sólo daba frente para un hombre, a
presencia de un ejército que bien colocado en una altura inaccesible y
plana, nos dominaba y nos cruzaba con todos sus fuegos.
EL
bizarro general Páez a la cabeza de los dos batallones de su división y
del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz, marchó con tal
intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue
envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas
tropas. El batallón Británico mandado por el benemérito coronel Farriar
pudo aún distinguirse entre tantos valientes y tuvo una gran pérdida de
oficiales.
La
conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de
Colombia lo ha hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en
nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de
General en Jefe de ejército.
De
la segunda división no entró en acción más que una parte del batallón
de Tiradores de La Guardia que manda el benemérito comandante Heras .
Pero su general, desesperado de no poder entrar en la batalla con toda
su división por los obstáculos del terreno, dio solo contra una masa de
infantería y murió en medio de ella del modo heroico que merecía
terminar la noble carrera del bravo de los bravos de Colombia. La
República ha perdido en el general Cedeño un grande apoyo en paz o en
guerra; ninguno más valiente que él, ninguno más obediente al Gobierno.
Yo recomiendo las cenizas de este General al Congreso Soberano para que
se le tributen los honores de un triunfo solemne. Igual dolor sufre la
República con la muerte del intrepidísimo coronel Plaza que, lleno de un
entusiasmo sin ejemplo, se precipitó sobre un batallón enemigo a
rendirlo. El coronel Plaza es acreedor a las lágrimas de Colombia y a
que el Congreso le conceda los honores de un heroísmo eminente.
Disperso
el ejército enemigo, el ardor de nuestros jefes y oficiales en
perseguirlo fue tal que tuvimos una gran pérdida en esta alta clase del
ejército. El boletín dará el nombre de estos ilustres.
El
ejército español pasaba de seis mil hombres, compuesto de todo lo mejor
de las expediciones pacificadoras. Este ejército ha dejado de serlo.
Cuatrocientos hombres habrán entrado hoy a Puerto Cabello.
El
Ejército Libertador tenía igual fuerza que el enemigo, pero no más que
una quinta parte de él ha decidido la batalla. Nuestra pérdida no es
sino dolorosa: apenas 200 muertos y heridos.
El coronel Rangel, que hizo como siempre prodigios, ha marchado hoy a establecer la línea contra Puerto Cabello.
Acepte
el Congreso Soberano en nombre de los bravos que tengo la honra de
mandar, el homenaje de un ejército rendido, el más grande y más hermoso
que ha hecho armas en Colombia en un campo de batalla.
Tengo el honor de ser con la más alta consideración, de V. E. atento, humilde servidor.
Valencia, 25 de junio de 1821.
Simón Bolívar
FACILITADORA: MILEIDI FUENTES