El 15 de agosto de 1805, en compañía de Simón Rodríguez y Fernando Toro, Bolívar asciende a la histórica colina romana del Monte Sacro y allí, en el solemne templo de la naturaleza, el futuro Libertador, de apenas 22 años de edad, jura por la libertad de Venezuela.
El día 15 de agosto de 1805, hacia el atardecer, se produce un hecho sencillo, que ha entrado en la Historia con calidad de sublime. Simón Bolívar emprendió uno de sus largos y nostálgicos paseos en compañía de Simón Rodríguez. El lento paseo lo condujo hasta la cumbre del Aventino, el Monte Sacro de Roma. Una de las siete colinas de Roma. Caía la tarde y ya habían descansado un poco, allí en lo alto, podía admirarse en la serenidad de la tarde la ciudad a los pies del monte. Rodríguez y Bolívar se sentaron a descansar. Sus miradas recorrían el amplio paisaje que se ofrecía ante sus ojos. Admirando aquel panorama, a Bolívar le vino el recuerdo del campo y el paisaje venezolanos, y pensando en los plebeyos conducidos por Licinio hasta aquel monte, recordó a su país ansioso también de libertad y en voz alta y firme, para que le oyeran sus acompañantes, dijo:
“¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por
ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi
brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos
oprimen por voluntad del poder español!”.
"¿Conque este es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano?. Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna...
Seguí hablando, pensando en todo lo que le inspiraba ese pueblo, que había dado para todo, menos para la causa de la humanidad. De pronto, la exaltación acumulada durante los días anteriores en el corazón de Simón Bolívar y la angustia que le produjo el recuerdo de su país natal explotaron violentamente. Con los ojos encendidos como dos llamas, se puso en pie, se aferró con frenesí a las manos de Rodríguez, cayó de rodillas y dió rienda suelta a sus pensamientos con una emoción incontenible.
El hermoso cielo romano, teñido con las luces rojas del atardecer, recogió y guardó amorosamente aquel gran juramento histórico que un joven criollo acababa de hacer en la cumbre del Monte Sacro y que iba a ser la divisa de toda su vida.
Tenía entonces 22 años. Y no sólo fue por el fragor de la juventud, lo que hizo hacer este juramento, sino porque así lo sentía. Estaba inspirado en medio de las alturas de la Roma milenaria.
Aquella cita del destino le avizoró un camino inimaginable de luchas, batallas, aciertos y desaciertos a los que Bolívar, sin saberlo en el Monte Sacro, ataría su destino a la lucha por la libertad de Venezuela, por la liberación de 300 años de vasallaje extranjero que bien explicitó manifestó en su juramento cuando pronunció que no daría reposo a su alma “hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español” .
Bolívar no solamente cumplió el juramento de liberar a su patria 16 años después, con la victoria definitiva en la Batalla de Carabobo, sino que remató su gesta heroica dando libertad a Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, como un sueño de la unidad e independencia de los pueblos del Sur.
Aquella tierra quizás extraña para él, lo recibió para sin saberlo, guardar para siempre uno de los actos más sublimes declarado la tarde del 15 de agosto de 1805 por el Libertador en un hecho sencillo, que ha entrado en la historiografía con calidad sublime y que iba a ser la impronta de toda su vida.
La idea de Bolívar por liberar a su patria, comenzó en su estadía en Milán, donde hizo contacto con valientes Republicanos. El historiador Alberto Filippi, reproduce en su valiosa obra Libertador en la historia italiana, el testimonio de un contemporáneo de Bolívar, Bernandino Righetti, quien comentó en sus relatos lo siguiente:
“Ayer en la noche (13 de mayo) en casa de los Melzi, me presentaron un apuesto joven de Caracas, donde crece el excelente cacao; él es un tal Bolívar y en sus aspectos se vislumbran las promesas de un fecundo porvenir; su discurso está lleno de energía y de esperanzas. Odia a los españoles y entusiasmado por los acontecimientos actuales, sueña con la liberación de la colonia hispana y con ser él mismo el Libertador”. Nada más parecido a la realidad apreciaba entonces Bernandino Righetti, pues cada palabra del juramento del Monte Sacro, se convirtió en la acción de valentía y dignidad por la libertad del pueblo.
El 16 de octubre de 2005, el Comandante Eterno Hugo Chávez, rindió homenaje en Roma al monumento que conmemora el juramento de Simón Bolívar, y desde allí indicó:
“Los hombres que iluminan el horizonte de la humanidad no nacen cuando comienzan a ver la luz, sino nacen cuando comienzan ellos a irradiar luz propia. Desde ese punto de vista, no de la biología, sino de la filosofía, podemos decir con Augusto Mijares que aquí en este Monte Sacro, nació el Libertador Simón Bolívar, hace 200 años. Y rendimos tributo a su memoria, a su esfuerzo, rendimos tributo a su honor, rendimos tributo a su dolor, porque aquel hombre se convirtió en un mártir, aquel hombre cumplió su juramento, aquel hombre no dió descanso a su brazo, ni reposo a su alma hasta que se rompieron las cadenas del imperio español”, exclamó Chávez en una cronología de la vida del Libertador.
Hoy cuando se cumplen 216 años de aquel juramento histórico está viva la palabra y la esencia del Libertador, quien consagró su vida para romper con el vasallaje español y hoy gracias a su juramento en el Monte Sacro, juramento que se cumplió en cada una de sus partes, seguimos siendo libres y soberanos para siempre.
Rendimos tributo a su vida y obra …¡Que viva Bolívar!
Esta gran gesta histórica donde el Simón Bolívar marcó la libertad de América latina, donde aun con los años el pueblo de Venezuela sigue siendo libre.
FACILITADORA: MILEIDI FUENTES
MER29 VILLA DIGNIDAD
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